jueves, 21 de mayo de 2009

REVISIÓN CRÍTICA DEL CINE ESPAÑOL I


El cine español en una línea


El otro día, desde las páginas de El País, nos sorprendió la noticia de que Alex de la Iglesia aspira a presidir la Academia del Cine Español. "Ha llegado el momento de pasar a la acción, de implicarse y colaborar para que el cine español tenga la imagen que se merece", son las declaraciones en las que explica el por qué de su decisión. "Tenemos directores de fama internacional y actores triunfando por el mundo entero que, sin embargo, no funcionan en casa. Quiero recuperar al público y a la prensa".

Uno no puede por menos de darle un poquito de razón, pues es verdad que uno de los lastres que más le pesan al cine español es la falta de amor propio, las anteojeras que nos impiden ver su historia con curiosidad, un montón de tópicos que le pesan y le impiden andar. El cine español debe tener otra imagen, aunque creo que no la que de la Iglesia pretende. Hay muchos directores que reivindicar, muchas películas por descubrir, muchas corrientes subterraneas que sacar a la luz para encontrar algo parecido a una identidad cinematográfica. Pero esto es una labor que los cineastas no están por la labor de hacer. Y las Filmotecas y Ministerios, parece que tampoco.

Pero claro que uno no cree que esto vaya a ser lo que haga de la Iglesia. Sus postulados van hacia otro lado (como siempre): ley del cine, incremento de la inversión de las televisiones, piratería, derechos de autor... Se olvida la parte del león (como siemper): por qué el cine español es tan malo, por qué no llega,, por qué parece siempre cojo, de historias, guiones, miradas personales, pericia técnica. Por qué una película parece el calco de otra, siempre.

La noticia de la candidatura de Alex de la Iglesia coincide con otra noticia, cuanto menos, entristecedora: la cantidad de películas españolas que no se estrenan. Cine películas (de las ¡173! que se hacen) o no se estrenan o no llegan a los cien espectadores. Podría buscar razones (las he dado en el párrafo anterior) pero me gusta el refrán que recomienda "no hacer leña del árbol caído".

Pero creo que ha llegado el momento de explicar mi teoría del cine español, esa que tantas veces he explicado un poco beodo: el cine español es una línea. En un extremo, hay un cine comercial, de gran calidad, que consigue lo que pretende, llevar a la gente a las salas, además, con oficio, con dominio técnico, con sabiduría. Hablo de directores como Balagueró, Fesser, Amenábar, el futuro director de la Academia... Y al otro extremo de la línea, están los directores que creen en el cine. Los que lo usan como epidermis donde escribirse, donde expresarse. Hablo de Erice, Guerín, Lacuesta, de Mercedes Álvarez. Ambas líneas coexisten, son de una gran calidad, se estrenan, se ven en el extranjero, recuperan sus inversiones, crean escuela, abren caminos. ¿Qué falla? Los infinitos puntos que hay entre ambos extremos. La clase media, los directores que quieren ser comerciales sin saber cómo, los que piden más ayudas para encontrarse con presupuestos holgados que luego no sirven para nada porque sus historias están huecas y (lo que es peor) mal contadas. Eso que todos llamamos cine español. Son esos puntos de en medio, por victoria cuantitativa, los que han creado la imagen del cine español que tanto se denigra. Y es normal, porque es este cine español es que se celebra en los necrológicos (y necrofilos) Premios Goya. Y el que se muestra con retintín de candilejas y alfombras rojas del Festival de Málaga.