domingo, 16 de noviembre de 2008

Textos de Manoel de Oliveira



Sobre la importancia de la literatura en la obra de Oliveira no hay mucho que decir. Es obvio, y no seré yo quien ponga su verborrea al servicio de tal perogrullada. Pero a pesar de ese amor, son pocos los textos que se han publicado de Oliveira.

En Francia hay un libro de él, llamado "Angelica", pero es un guión inédito, nunca realizado -y antes publicado en Portugal en un volumen dedicado a los proyectos no realizados de Oliveira. En este mismo libro se incluyen 5 textos de Oliveira, tres de los cuales traduzco aquí. Son textos circunstancales, por encargo de distintos medios (casualmente no portugueses), en los que reflexiona sobre el cine, la necesidad de hacer cine, y por qué el cine es un arte.

He aquí los textos; espero que disfruten.

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LOS DIRECTORES DEL FUTURO


¿Es el cine un arte? ¿El arte existe? Si existe, el cine será entonces, también, arte, en la medida en que todo el cine interpreta una realidad, o un sueño, una acción concreta, o un vuelo de la imaginación.


El cine es, puede decirse, una síntesis de todas las artes, y sus directores imprimen, a través de su imaginación, imágenes y sonidos con los que construyen sus propios filmes, haciéndose ellos, del cine, sus auténticos creadores.


Hemos visto pasar en las pantallas toda una variedad infinita de historias, de técnicas, o de procesos. Pero surgen cada vez –en un cine creativo, claro está- bajo una forma siempre nueva.


Por eso, el cine como el teatro, la literatura, la pintura o la música –elementos de la síntesis cinematográfica- es altamente dinámico y su fisonomía se transforma a partir del impulso de su realizador, y también a las coordenadas de cada época.


Diré que el teatro y el cine estarán siempre presentes por la necesidad del hombre de recrear la vida y de fijarla en la memoria.


Y así que la vieja guardia les pasa el testigo. El futuro del cine está en vuestras manos. Confiad en vosotros y en vuestra autenticidad. No os dejéis engañar por un público de multitudes, tantas veces engañador.


Seamos sinceros con nosotros mismos, pues no habrá manera más noble de que el público nos ame y preservemos juntos el sortilegio de una pantalla mágica al fondo de una sala oscura donde ojos y oídos reposan atentos.


Discurso proferido en la entrega de los diplomas a los

realizadores del futuro en el Festival de Rotterdam, 1988.


*****


POEMA CINEMATOGRÁFICO


Películas, películas,

las mejores se asemejan

a los grandes libros que

por su riqueza y profundidad

se vuelven de difícil penetración.


El cine no es fácil

porque la vida es complicada

y el arte indefinible,

indefinible será la vida

e complicado el arte.


El arte es como una “industria”

la vida, la “materia prima”

y la “máquina” el hombre

cuya naturaleza

tanto produce una como otra.


La vida es banal,

efímera y fugaz,

donde todo más o menos se repite,

para después escapar

a cada millonésima de segundo.


Queda la memoria

de la vida vivida,

que se vuelve alimento

de la propia vida,

posibilidad de todo arte.


He aquí la única fórmula posible,

que activa los hechos vividos

y es generadora de historias y ficciones.


Sin memoria

sería apagado el pasado,

el conocimiento y el saber.

Y partiríamos siempre del cero

millonésimo al millonésimo

de segundo.


Y así,

la expresión vital

-sustancia de todo el arte-

se transforma en cada instante

en sustrato artístico

en lo íntimo de cada ser.


Y allí queda potencialmente retenido,

ese instante fugaz,

que tanto puede servir,

para recibir como para dar.


Por tal,

me atrevo a la contradicción

de que la vida no existe,

sino tan solamente

lo que queda del teatro de ella –el arte.


Vida que ahora no es vida

instante después perdido,

ápice ya sucedido.


Con todo,

¡qué sublime

cada fracción de vida vivida

que huye y se renueva

momento a momento!


Instante

sin memoria,

sin consciencia,

sin tiempo

-instante apenas.


Molécula que te desvías

en el riachuelo apresurado,

en su destino ciego

y se precipita

en el fondo de ese espíritu abisal.


Mar recóndito y sin medida

que es memoria,

cosa escondida,

de todos los tiempos

y de tiempo ninguno.


Pero tú, ¡memoria!,

excitas la vida y la imaginación

que preservas

y seleccionas,

-así el cine.


El cine que

audiovisualmente puede

y va fijando de la vida

el teatro que transforma

literatura y pintura en acción, en espectáculo.


Y sean estos “material o inmaterial”,

de la vida nos queda la impresión

de que no existe lo real,

sino todo confusión,

el resto, -ilusión.


Oporto,29/11/1986


Publicado en “Manoel de Oliveira”, de Yann Lardeau,

Philippe Trancelin, Jacques Parsi, Paris 1988


*****


RESPUESTA A UNA PREGUNTA ¿POR QUÉ SE HACE CINE?


Si me preguntasen por qué hago cine,

pienso después, ¿no preguntan antes si respiro?

Hago esto unas veinticuatro veces por minuto.

En dos tiempos perfectamente coordinados:

primero absorbo el oxígeno, segundo expulso

el anhídrido carbónico.


Uno, dos…

Uno, dos…


Me hace falta el oxígeno,

necesito meter aire en los pulmones

cuyo oxígeno invade las células de la masa color ceniza,

sin la que mi cerebro

no puede formular ideas.


Uno, dos…

Uno, dos…


Y aquí una fuerte necesidad,

tanto de masticar como de filmar,

sin la que yo no podría ser lo que soy

y sin al fin tener la necesidad de justificarme,

pues no vine al mundo por voluntad propia.


Uno, dos…

Uno, dos…


Así el cine es en mí

tal cual yo soy en él,

cosa expresada de la impresión que la vida me va

dejando,

no como cinta impresa

ya que ésta no puede leerse dos veces.


Uno, dos…

Uno, dos…


Pero antes y siempre como si fuese película virgen,

espíritu nuevo y siempre sensible, siempre apto para

reimprimir

tanto como oxígeno me inunda la mente

por cada vez que lleno plenamente mis pulmones,

al pulsar inquieto del corazón que me irriga la razón

y el sentimiento.


Uno, dos…

Uno, dos…

Siempre respirando,

¡ay de mí si parara!


En cuanto en los cines

se hagan sistemáticas proyecciones

de las nuestras siempre presentes por re-recordadas

impresiones

grabadas y enrolladas en cinta de celuloide o

acetato

como memorias rebobinadas a la luz fuerte de un

proyector.


Uno, dos…

Uno, dos…


En este movimiento constante

que rueda y gira sin parar,

el cine como la vida

nada tiene que explicar.


Todo queda preservado, guardado y cerrado

en latas bien redondas de hoja de Flandes

fabricadas

que esperan pacientes en los estantes

el momento sublime de su hora de Luz.


Y en esta inquietud aflictiva

jamás paro de respirar, siquiera por un instante,

ni se quiebra en mí la esperanza que me anima

y me da cuerda para este gesto admirable de hacer

cine.


Uno, dos…

Uno, dos…


Absorber del oxígeno la energía necesaria

para el acto de filmar,

Uno, dos…

Uno, dos…

Siempre respirando,

¡ay de mí si parara!

Expeler el anhídrido carbónico, liberando la misma

cantidad

en el acto de proyectar.

Uno, dos…

Uno, dos…

Siempre respirando.

¡ay de mí si parara!...

Publicado en Liberation, número especial de mayo de 1987,

conteniendo la respuesta de 400 cineastas a la pregunta ¿Por qué filmar?


El alto del armario de Mompou



No sé, debo ser un bicho raro, porque nada excita tanto mi fantasía y mis pasiones como un hallazgo en un almacén, un tesoro en una maleta perdida. Ya he comentado algunos hallazgos recientes. Ayer mismo, en la edición catalana de El País, -y en El Periódico de Catalunya y La Vanguardia, pero no en ningún periódico de edición nacional- se contaba la noticia del hallazgo de unas composiciones inéditas de Frederic Mompou, uno de los más grandes músicos que ha dado España en el siglo XX.


Lo que se ha hallado son dos carpetas con unas cuarentas composiciones para piano, elaboradas entre los 18 y los 27 años. Se han encontrado en la parte de arriba de un armario en la sede de la Fundación Mompou (situada en la que fue su casa en vida). Los expertos que han encontrado las partituras dicen que son importantes porque ayudan a comprender mejor su evolución, y porque la obra “oficial” de Mompou es tan corta que cualquier encuentro es un maravilla.


Junto a este descubrimiento, se ha producido otro en los papeles íntimos de Mompou, que se guardan en la Biblioteca de Catalunya, desde su muerte (en 1987. ¿Es que en veintiún años nadie se había preocupado de catalogar ese fondo?) un ballet inédito.