viernes, 3 de junio de 2011

'Notas sobre la emigración' de Jacinto Esteva


Ya está disponible en PDF el libro Notes sur l'emigration.Espagne 1960. Apuntes para una película invisible, sobre la película desaparecida de Jacinto Esteva.

miércoles, 27 de abril de 2011

REVISIÓN CRÍTICA DEL CINE ESPAÑOL XXXIII

Mónadas


Vivir en Sevilla (Gonzalo García Pelayo, 1978)

Quizá el mayor error de aquellos que escribimos sobre la Historia del cine español es haber querido contarla como algo lineal, como una línea con una evolución más o menos obvia, recta, constante. Sin embargo, cada vez veo más claro que el cine español no es una línea, sino son muchos puntos, independientes, separados, puntos que jamás tuvieron sucesión, descendencia. Películas que abrieron caminos que no se siguieron.

Vivir en Sevilla me parece un paradigma de esto, un ejemplo clarísimo de un posible cine español que jamás existió. Vivir en Sevilla pudo significar el nacimiento del verdadero Cine español de la modernidad, el que nunca llegó a pesar de las etiquetas equívocas (el Nuevo Cine Español poco tiene de moderno, mucho de invención del lavado de cara que el desarrollismo trajo consigo) .

Vivir en Sevilla es una película radical en su forma, que no entiende lo popular como un chiste ni lo local como folklore. Pocas películas españolas han sido tan conscientes de su origen, de su geografía (no sólo física, también cultural, sentimental) para abrirse desde allí al mundo. Vivir en Sevilla es la crónica veraz (y vista desde hoy, triste) de un tiempo en el que parecía que todo iba a cambiar para mejor, y que en España, por fin, iba a haber un cine popular y culto, un cine de sentimientos y de ideas.

Vivir en Sevilla es una película que no sólo cree que en el cine, sino también en el romanticismo revolucionario de las imágenes.



El camino de Santiago

El camino de Santiago (Una iluminación cinematográfica)

Publicado originalmente en Contrapicado

En las comidas familiares siempre se ha comentado que la última vez que papá y mamá fueron al cine vieron Lo que el viento se llevó (Gone with the Wind, Victor Fleming, 1939) y que la Cuca, mi hermana mayor, que me saca cinco años, era un bebé al que dejaron al cuidado de la abuela. En esas mismas comidas también se contaba que cuando yo era pequeño le pedía a mi padre cada día si me podía quedar con él a ver la película que echaban en la tele. Y mi padre siempre me contestaba que sí, porque sabía que me iba a dormir con la película apenas comenzada y que mi sueño no se iba a ver alterado. El cine siempre fue algo ajeno a mí y a mi familia, y sólo hace un par de años supe que mi padre había esgrimido en su juventud (con la misma edad que tengo yo ahora) una cámara, pero como tantas otras cosas, esta es una historia de la que no ha querido recordar ni un detalle.

Yo llegué al cine porque quería ser poeta. Con catorce años escribía versos malísimos, con unas rimas enternecedoras, como sólo puede ser enternecedor un niño feo y repeinado. Y para convertirme en poeta, en vez de leer versos, decidí leer biografías de poetas (supongo que más que poeta quería ser maldito, mujeriego o cleptómano, algo que justificase mi malestar ante el mundo y ante mi cuerpo). Y así, leyendo una biografía de Lorca encontré el nombre de Luis Buñuel.

Hemos de tener en cuenta que cuando mi generación era adolescente la televisión todavía no era el cubo de basura que es ahora. Y existía una cosa que se llamaba Cine-club, en La 2, donde se hacían ciclos temáticos, dedicados a esos directores que es imposible no amar. Y mientras leía la biografía de Lorca el Cine-club emitió uno de esos ciclos dedicados a Buñuel. Decidí verlo con un aire un poco inocente y lo que vi me quemó los ojos. No sólo empecé a ver cine, sino que empecé a grabar cintas de VHS para devorar una y otra vez las películas que me entusiasmaban, que, en aquella época, eran casi todas las que me hacían olvidarme de mí mismo durante un rato.

No recuerdo cuántas películas de Buñuel vi en ese ciclo, pero sí que vi escenas que me impactaron y cuyo recuerdo no consigo independizar del entusiasmo que sentí. Especialmente la escena de La vía láctea (La voie lactée, 1969) en la que Pierre Clementi vestido de ángel enfanga en un charco sus inmaculados pies. En esa película aprendí que se podía romper la lógica narrativa, el espacio-tiempo. En esa película aprendí que se puede blasfemar en nombre de algo más sagrado que la religión. En esa película aprendí que detrás de cada plano hay una mirada. Y gracias a esa película, empecé a amar al cine como vehículo de pasión, de conocimiento y de identidad.

viernes, 28 de enero de 2011

REVISIÓN CRÍTICA DEL CINE ESPAÑOL XXXII



Parece ser que hubo un día, allá por la dictadura fascista del General Franco, que hacer cine era una podía convertirse en una actividad subversiva. No sé en qué momento el cine español empezó a perder el rumbo.

(Documentación extraída de Disidencia y subversión. La lucha del régimen franquista por su supervivencia, 1960-1975, de Pere Ysàs)

martes, 25 de enero de 2011

REVISIÓN CRÍTICA DEL CINE ESPAÑOL XXXI


¿A qué estamos esperando para descubrir una de las películas más radicales y más libres que un director español haya hecho jamás?

La vraie histoire de Gerard Lechomeur, de Joaquín Lledó