lunes, 19 de abril de 2010

REVISIÓN CRÍTICA DEL CINE ESPAÑOL XXVIII

A estas alturas de la película, uno cree ver claro que una de las causas del inmovilismo del cine español, es la escasez de apoyos que los otros agentes de la institución cine dan a las películas personales. Hablando claro, hablo de que son pocas las salas (y los distribuidores) que apuestan, (han apostado o apostarán) por un cine marcadamente radical (a la contra casi de los tópicos y de la standarización).

Una de las pocas excepciones que hay en todo el país es La Enana Marrón, la mítica sala madrileña. Si uno se mete en la programación que ha realizado en su trayectoria, te entra un ligero vértigo y una sensación de gratitud tan cándida, que te hace pensar (ingenuamente) que el cambio de mentalidad respecto al cine es posible.

Lo dicho vale para el cine hecho en cualquier rincón del mundo. Y también para este rincón que compartimos. Este mes es un buen ejemplo de ello: por una parte el ciclo Productos Ibéricos Inauditos, con los largometrajes Bolboreta, Mariposa, Papallona, de Pablo García, El barrio de las islas de Daniel García-Pablos, La eternidad de Jean Castejón Gilabert, El brau blau, de Daniel Villamediana, En el camino de Esmirna, de Pere Albero y El somni, de Christophe Farnarier.

Asimismo, hay una retrospectiva de Claudio Zulián, residente en Barcelona y autor del ingenioso A través del Carmel, y otro ciclo con los últimos trabajos de Antoni Pinent.

Desde ese pequeño rincón de resistencia, autogestionado y entusiasta, La Enana Marrón (y David Reznack), nos enseñan cuál es el modo de actuar para cambiar el estado de las cosas, en el cine de este país: una guerra de guerrillas que apueste por el otro cine, el distinto, el raro. ¿El bueno?

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