viernes, 8 de octubre de 2010

REVISIÓN CRÍTICA DEL CINE ESPAÑOL XXIX

Hace mucho que sabemos que lo que piensan las instituciones que ha de ser el cine español no es lo mismo que lo es. El problema se agrava cuando desde esas mismas instituciones se piensa que el cine español ya es lo que ha de ser. Es ahí donde radica el origen de los Goya, y del Festival de Málaga, y demás celebraciones necrofílicas del cine español de alfombra roja (¿nadie se ha dado cuenta de que el cine español no es que no tenga, sino que no se merece el más mínimo glamour?).

Y dentro de esas celebraciones, medidas al milímetro desde unos despachos (donde estoy tentado de decir que nadie se entera ni del No-Do), se decide promocionar el cine español en Pekín. En el Cine Broadway de aquella ciudad, desde el 10 de septiembre, hubo un ciclo de cine español compuesto por 8 películas:

  1. Yo, también, (Álvaro Pastor,
  2. Siete mesas de billar francés (Gracia Querejeta),
  3. Flamenco, flamenco, (Carlos Saura)
  4. Mataharis, (Iciar Bollaín),
  5. Mi vida sin mí (Isabel Coixet)
  6. Los girasoles ciegos (Jose Luis Cuerda),
  7. Obaba (Montxo Armendáriz)
  8. Mar adentro (Alejandro Amenábar)

En palabras de los organizadores, fueron “ocho películas, ocho directores, ocho historias de muy diversos géneros, que muestran los matices de la tierra donde nacieron sus creadores o que describen relatos que podrían suceder en cualquier parte del mundo”. El que esto escribe sólo ve en ello la continuación de esa política institucional, tan nociva, de hacer engordar el ego de directores que no tienen nada que ofrecer más que “el quiero y no puedo” de unas producciones que no son ni personales ni comerciales (a excepción de Mar adentro, que lo único que es, es comercial), ni producto de festival ni de taquilla. Ni chicha ni limonada.

Uno no sabe hacia dónde mira el ICAA, puesto que en el cine español reciente hay más de ocho películas arriesgadas y personalísimas, realmente susceptibles de traspasar fronteras, capaces de asombrar aquí y en la China continental.

Por decirlo claro: en el cine español hay películas que pondrían a nuestra cinematografía en un punto alto, pero no son las que se promocionan desde el ICAA. Ni, lamentablemente, desde la embajada española de China. Menos mal que en Venecia hay alguien que parece estar más atento.

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