Hace mucho que no escribo, pero sigo obsesionado con la idea de genealogía, de establecer conexiones, de analizar influencias, invisibles hilos que sustenten una historia distinta del cine español. En esa historia, la figura de Isaki Lacuesta sería un pivote esencial, porque es un cineasta que mira al pasado, que reflexiona, pero también es una especie de maestro, siempre atento a cualquier brote verde que surja del áspero territorio del cine español. Discípulo y maestro a la vez, en mayo de 2012 publicó una lista en su web, con sus diez películas españolas favoritas. Son las siguientes:
El hotel eléctrico (Segundo de Chomón, 1908)
Las Hurdes (Luis Buñuel, 1933)
La vida en un hilo (Edgar Neville, 1945)
Aguaspejo granadino (José Val del Omar, 1965)
Lejos de los árboles (Jacinto Esteva, 1963-1971)
El desencanto (Jaime Chávarri, 1975)
Queridísimos verdugos (Basilio Martín Patino, 1977)
Deprisa, deprisa (Carlos Saura, 1980)
Átame (Pedro Almodóvar, 1990)
Don Juan en los infiernos (Gonzalo Suárez, 1991)
Más allá del espejo (Joaquín Jordà, 2006)
Se podrá estar muy de acuerdo o no (a mí me chirría Átame y Don Juan en los infiernos, aunque no hay duda de que incluir Deprisa, deprisa o La vida en un hilo es un gran hallazgo) pero es un listado interesante por varias razones. La primera, por la mayoría de títulos de corte documental, lo que contradice la noción de un cine documental español pobre (y lo que fortalece la idea del cine documental español cmo la verdadera veta creativa de nuestro cine). La segunda, porque muchos cineastas indiscutibles comparecen aquí con películas atípicas (La vida en un hilo frente a La torre de los siete jorobados, Deprisa, deprisa frente a Cría cuervos o La prima Angélica, Átame frente a Mujeres al borde de un ataque de nervios). Y la tercera, porque hay un tesis subyacente a esta selección: el cine español como hermanación de la realidad (no el realismo) y la necesidad de fantasear.