jueves, 18 de febrero de 2010

REVISIÓN CRÍTICA DEL CINE ESPAÑOL XXIII



Mónadas (VI)

A Manuel Asín

Vemos al amigo esperar en la misma esquina que hemos visto antes, escenario de otros encuentros también misteriosos. Vemos al protagonista aparecer, le dice algo al amigo y sLa cámara hace otra panorámica, esta vez hacia la izquierda. Volvemos a ver al amigo, pero la panorámica sigue y se queda enfocando una calle que está frente al objetivo, en perspectiva. Tras unos sgundos que no cuantificamos, vemos aparecer al protagonista desde el fondo de esa calle, apareciendo tras doblar la esquina. El protagonista se acerca. Llega hasta un poco antes de la cámara y tuerce otra vez a la derecha. La cámara lo sigue, en panorámica. El protagonista se vuelve a encontrar con el amigo, que mira el reloj y dice:

2 minutos cincuenta y seis segundos.

Esta es la escena más famosa de Contactos, mítica película de Paulino Viota. Antes de ver por primera vez la película (o por segunda, o por tercera), esa aureola mítica le viene dada por su invisibilidad, por ser una obra mil veces mencionada y nunca vista, por títulos como 'la mejor película independiente del cine español". pero cuando la ves, por primera vez (o por segunda, o por tercera) te das cuenta de que esa aureola mítica se la merece por su indestructible unión entre forma y tiempo, entre plano y ritmo. En pocas películas hemos visto de forma tan obvia una conciencia tan clara de lo que significa un plano, de lo que debe significar, de lo que debe ser. En pocas películas hemos visto el ritmo convertirse en algo tan tangible, tan palpable (y tan indispensable) como la distancia focal o el diálogo.

Se ha hablado mucho (y se seguirá hablando. Yo el primero, con esta tendencia al cotilleo intelectualizado que poseo) de cómo se rodó, de la clandestinidad, de Nöel Burch, del lamentable silenci creativo posterior de Paulino. Pero seamos conscientes que, al ver Contactos, de lo único que se puede hablar es de lenguaje. De sabiduría. De cine, al fin y al cabo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo he cronometrado y Mónadas (VI) tarda exactamente en leerse dos minutos cincuentaiseis segundos.

Un abrazo, fuerte

Manuel