jueves, 15 de noviembre de 2012

Genealogías I

Dentro del ciclo Urgencias de la contemporaneidad, que se proyecta en el Reina Sofía, el pasado lunes 12, el colectivo Los Hijos, proyectaron su último cortometraje, titulado Enero, 2012 o la apoteosis de Isabel La Católica. La película es una reflexión sobre la imagen de la ciudad, sobre cómo una ciudad es vendida por el poder y cómo es vivida por los ciudadanos que la habitan, sobre el abismo que hay entre ambas visiones (y sobre el falseamiento o la reescritura interesada de la historia de un país, de una ciudad). A parte de la proyección, dieron una charla que consitió básicamente en la proyección de una serie de películas y fragmentos de películas  (dos cortos  íntegros y cuatro fragmentos) en los que el colectivo veía una cierta genealogía, una cierta confluencia de intereses, temáticos y formales. O todo lo contrario, veían en esas películas (la que abría y la que cerraba la playlist) dos ejemplos antagónicos, en lo ideológico y en lo estético, de lo que ellos buscaban. Las películas seleccionadas fueron:

Parque de Madrid (Enrique Cahen Salaberry, 1959)
La ciudad es nuestra (Tino Calabuig, 1974)
Los jóvenes del barrio (Video Nou, 1982)
Se pude filmar lo imaginario (Juan Sebastián Bollaín,
Sevilla tuvo que ser (Juan Sebastián Bollaín,1978)
Sangre de mayo (Jose Luis Garci, 2008)

A mí este planteamiento me pareció interesantísimo, porque en los artículos y reflexiones sobre el cine que se hace actualmente en España (hablo de ese cine escondido, radical, reflexivo y sensible, como el de Los Hijos, y no del otro cine, el institucional, el que se celebra en la necrófaga ceremonia de los Goya) nunca se tiende a crear líneas de fuerza, hilos rojos que unan las películas de hoy con la obra de otros realziadores comprometidos (no sólo políticamente) de ayer. Y que esa reflexión tenga por fin lugar y provenga de los mismos realizadores me parece no sólo un salto adelante, sino también un cierto acto de justicia.

No es de extrañar que hayan sido Los Hijos los que hayan dado por fin ese paso, si se tiene en cuenta que sus dos primeros cortometrajes (El sol en el sol del membrillo y Ya viene, aguante, riégueme, mátame) no eran sino relecturas de películas españolas pasadas. Y Natalia Marín, uno de los miembros del colectivo, ha publicado un artículo en Numerocero, España alterada, cine sin miedo, en el que además de hace una interesante cartografía del 'cine raro' en España (incluyendo, y eso es de agradecer, también películas de ficción frente a la omnipresencia de la no ficción) anima a crear genealogías y a buscar reivindicar francotiradores del pasado. Uno se alegra de esa voluntad, que lleva viendo necesaria desde hace tanto tiempo, y reivindica no sólo a Los Hijos como un colectivo de creación sino también como un colectivo de reflexión.

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