Sobre la importancia de la literatura en la obra de Oliveira no hay mucho que decir. Es obvio, y no seré yo quien ponga su verborrea al servicio de tal perogrullada. Pero a pesar de ese amor, son pocos los textos que se han publicado de Oliveira.
En Francia hay un libro de él, llamado "Angelica", pero es un guión inédito, nunca realizado -y antes publicado en Portugal en un volumen dedicado a los proyectos no realizados de Oliveira. En este mismo libro se incluyen 5 textos de Oliveira, tres de los cuales traduzco aquí. Son textos circunstancales, por encargo de distintos medios (casualmente no portugueses), en los que reflexiona sobre el cine, la necesidad de hacer cine, y por qué el cine es un arte.
He aquí los textos; espero que disfruten.
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LOS DIRECTORES DEL FUTURO
¿Es el cine un arte? ¿El arte existe? Si existe, el cine será entonces, también, arte, en la medida en que todo el cine interpreta una realidad, o un sueño, una acción concreta, o un vuelo de la imaginación.
realizadores del futuro en el Festival de Rotterdam, 1988.
las mejores se asemejan
a los grandes libros que
por su riqueza y profundidad
se vuelven de difícil penetración.
porque la vida es complicada
y el arte indefinible,
indefinible será la vida
e complicado el arte.
la vida, la “materia prima”
y la “máquina” el hombre
cuya naturaleza
tanto produce una como otra.
efímera y fugaz,
donde todo más o menos se repite,
para después escapar
a cada millonésima de segundo.
de la vida vivida,
que se vuelve alimento
de la propia vida,
posibilidad de todo arte.
que activa los hechos vividos
y es generadora de historias y ficciones.
sería apagado el pasado,
el conocimiento y el saber.
Y partiríamos siempre del cero
millonésimo al millonésimo
de segundo.
la expresión vital
-sustancia de todo el arte-
se transforma en cada instante
en sustrato artístico
en lo íntimo de cada ser.
ese instante fugaz,
que tanto puede servir,
para recibir como para dar.
me atrevo a la contradicción
de que la vida no existe,
sino tan solamente
lo que queda del teatro de ella –el arte.
instante después perdido,
ápice ya sucedido.
Con todo,
¡qué sublime
cada fracción de vida vivida
que huye y se renueva
momento a momento!
Instante
sin memoria,
sin consciencia,
sin tiempo
-instante apenas.
Molécula que te desvías
en el riachuelo apresurado,
en su destino ciego
y se precipita
en el fondo de ese espíritu abisal.
Mar recóndito y sin medida
que es memoria,
cosa escondida,
de todos los tiempos
y de tiempo ninguno.
Pero tú, ¡memoria!,
excitas la vida y la imaginación
que preservas
y seleccionas,
-así el cine.
El cine que
audiovisualmente puede
y va fijando de la vida
el teatro que transforma
literatura y pintura en acción, en espectáculo.
Y sean estos “material o inmaterial”,
de la vida nos queda la impresión
de que no existe lo real,
sino todo confusión,
el resto, -ilusión.
Oporto,29/11/1986
Philippe Trancelin, Jacques Parsi, Paris 1988
RESPUESTA A UNA PREGUNTA ¿POR QUÉ SE HACE CINE?
pienso después, ¿no preguntan antes si respiro?
Hago esto unas veinticuatro veces por minuto.
En dos tiempos perfectamente coordinados:
primero absorbo el oxígeno, segundo expulso
el anhídrido carbónico.
Uno, dos…
Me hace falta el oxígeno,
necesito meter aire en los pulmones
cuyo oxígeno invade las células de la masa color ceniza,
sin la que mi cerebro
no puede formular ideas.
Uno, dos…
Y aquí una fuerte necesidad,
tanto de masticar como de filmar,
sin la que yo no podría ser lo que soy
y sin al fin tener la necesidad de justificarme,
pues no vine al mundo por voluntad propia.
Uno, dos…
Uno, dos…
Así el cine es en mí
tal cual yo soy en él,
cosa expresada de la impresión que la vida me va
dejando,
no como cinta impresa
ya que ésta no puede leerse dos veces.
Uno, dos…
Uno, dos…
Pero antes y siempre como si fuese película virgen,
espíritu nuevo y siempre sensible, siempre apto para
reimprimir
tanto como oxígeno me inunda la mente
por cada vez que lleno plenamente mis pulmones,
al pulsar inquieto del corazón que me irriga la razón
y el sentimiento.
Uno, dos…
Uno, dos…
Siempre respirando,
¡ay de mí si parara!
En cuanto en los cines
se hagan sistemáticas proyecciones
de las nuestras siempre presentes por re-recordadas
impresiones
grabadas y enrolladas en cinta de celuloide o
acetato
como memorias rebobinadas a la luz fuerte de un
proyector.
Uno, dos…
Uno, dos…
En este movimiento constante
que rueda y gira sin parar,
el cine como la vida
nada tiene que explicar.
Todo queda preservado, guardado y cerrado
en latas bien redondas de hoja de Flandes
fabricadas
que esperan pacientes en los estantes
el momento sublime de su hora de Luz.
Y en esta inquietud aflictiva
jamás paro de respirar, siquiera por un instante,
ni se quiebra en mí la esperanza que me anima
y me da cuerda para este gesto admirable de hacer
cine.
Uno, dos…
Uno, dos…
Absorber del oxígeno la energía necesaria
para el acto de filmar,
Uno, dos…
Uno, dos…
Siempre respirando,
¡ay de mí si parara!
Expeler el anhídrido carbónico, liberando la misma
cantidad
en el acto de proyectar.
Uno, dos…
Uno, dos…
Siempre respirando.
¡ay de mí si parara!...
conteniendo la respuesta de 400 cineastas a la pregunta ¿Por qué filmar?