lunes, 22 de marzo de 2010

REVISIÓN CRÍTICA DEL CINE ESPAÑOL XXVI (B)

(Me permito copiar aquí un artículo de Armand Guerra en el que describe la historia de 'Le Cinema du Peuple'.)

Algo sobre la cooperativa UCCE

Armand Guerra

(Popular Film, 28/03/35)

En un interesante artículo aparecido en el número 447 de Popular Film, correspondiente al 14 de marzo corriente, titulado Elogio de la cooperación y firmado por V. Gómez de Enterría, su autor me rinde el honor de citarme recordando un artículo mío publicado en esta revista hace algunos años. Yo agradezco al culto firmante su buena memoria, máxime cuando ello me muestra que todavía hay quien me lee y me recuerda –cosa esta más que rara en nuestra confraternidad cinematográfica de España-.

Ahora bien, fiel a mi inveterada manía de emborronar cuartillas en mis ratos de ocio, me permito enviar el presente articulito a la dirección de Popular Film, esperando tener la suerte de que, abarrotados los centros de papeles y no pudiendo dar cabida en ellos a mi prosa, se desembarace de ella estampándola en cualquier modesto rincón de la revista.

En primer lugar, allá va mi felicitación al colega V. Gómez de Enterría por su entusiasmo alentador para con la UCCE, cuya existencia ignoraba yo, a causa de mi misantropía cinematográfica temporal.

La fundación de mi cooperativa en París, a que alude el colega, y que se titulaba Le Cinéma du Peuple, no fue ni mucho menos obra de titanes. Todo consistió en que, debido a los caprichos geográficos, París no forma parte del territorio español y, por consiguiente, los españoles no pueden meter baza. Lo que no deja de ser una suerte para el desarrollo de las iniciativas.

A raiz de un éxito que había conseguido yo -¡permitidme hacer trizas la modestia!-, único actor, director y argumentista español que actuaba en 1913 en París, con mi película Un grito en la selva, argumentada, dirigida y protagonizada por mí, vino a felicitarme Bidamant, entonces secretario de la Unión de Sindicatos de Francia, y me habló de la conveniencia de rodar películas de interés social, para contrarrestar las estupideces burguesas que los editores todos servían al público. Viendo yo en esto una posibilidad de renovación del cine -¡entonces ya!- le propuse fundar una Cooperativa entre la clase obrera, por medio de una emisión de acciones de a 25 francos cada una.

Paso por alto los detalles de organización y elaboración de estatutos, por no hacer mi artículo interminable. Lo interesante es que, dos meses después de nuestra conversación, yo me encontraba ya en los talleres de la Lux Film, de París, bulevar Jourdan, rodando la primera película para la Cooperativa Le Cinéma du Peuple, con un capital de 500.000 francos totalmente desembolsados (20.000 acciones a 25 francos). Debo añadir que entre los accionistas había obreros y patronos de las más encontradas tendencias políticas, ya que la finalidad de la entidad era hacer películas artísticas, pero no política. Muchos afiliados se quedaron sin acciones, por estar cubierta la emisión.

Nuestra primera película –en la que tuve el honor de lanzar a la Musidora como protagonista- se titulaba Les miséres de l’aiguille. Siguió a esta Le vieux docker, y luego la primera parte de La Commune, en la que hice evolucionar a un millón de comparsas en el Pré de Saint-Gervais, lo que constituyó en aquella época la primera película con grandes masas. Como asesor histórico literario tuve al antiguo communard auténtico y gran literato francés Lucien Descaves.

Todas las películas de la entidad, en particular La Commune, fueron calurosamente acogidas por todos los públicos, sin distinción de ideales ni de posición, lo que constituyó un doble éxito: artístico y comercial. Ya estaba terminado el guión de la segunda parte de La Commune cuando estalló la guerra europea y sobrevino la catástrofe para la entidad. Parece ser que las hordas nacionalistas quemaron los negativos de nuestras producciones. Y, al principio de la guerra, fue el fin de la Cooperativa productora de Le Cinéma du Peuple, que parecía destinada a cambiar el rumbo de los métodos de la producción francesa. A partir de aquella época –yo era muy joven y gran entusiasta de mi profesión- he recorrido casi toda Europa, parte del Asia Menor y del África, y he trabajado en muchos países. Pero nunca he vuelto a encontrar la ocasión de organizar una cooperativa semejante a la parisina.

Ya en 1925 trabajaba yo en Berlín en los primeros ensayos de películas parlantes, que tuve ocasión de presentar en Valencia a principios de mayo de 1926. Doce años he resistido en la capital alemana, hasta que las leyes proteccionistas cinematográficas de Alemania con respecto al ramo de la producción cinematográfica, reforzadas aún más por el gobierno de Hitler, me obligaron a regresar a España, ya que en Alemania no tenía ningún derecho, como extranjero, a trabajar en la industria del film, como hasta entonces había trabajado.

Y aquí sigo, en nuestra hermosa tierra, contemplando en silencio las producciones hispanas, muchas de ellas realizadas por unos cuantos profanos de buena voluntad, pero sin pizca de métier, mientras acuden a mi memoria los pasados tiempos –todavía cercanos- en donde mis modestas capacidades encontraban un vasto campo de desarrollo allá lejos en las frías regiones del norte de Europa.

No quiero terminar mi artículo sin desear a los elementos que integran la Cooperativa española todo género de venturas en la obra gigantesca que han emprendido.

Armand Guerra

Valencia, 22 de marzo de 1935

1 comentario:

Bremaneur dijo...

Qué casualidad. Hace unos días ha llegado a mis manos un ejemplar de esa biografía, la de Ríos Carratalá y Francisco Agramunt. Tiene una pinta excelente.