viernes, 26 de septiembre de 2008

Pedro Masó, (s)in memoriam



Esta semana los periódicos han traído la noticia de la muerte de Pedro Masó. En las necrológicas se escribían conceptos como “memoria de nuestro cine”, “hombre de cine total”. Y es verdad, pese a quien le pese. A mí no me gusta especialmente el cine de Pedro Masó, pero producir más de ochenta películas con éxito de público es todo un logro en este país.


Lo interesante es que, siguiendo la estela de Pedro Masó, se puede contar la historia del cine español, quizá la historia menos interesante, pero la más real. Aquélla que va desde un cine de comedia posibilista, cristiano y de buena fe (“Operación Plus Ultra”, “La gran familia” y sus secuelas, “Sor Citroen”) un destape de refilón de tetilla (“La coquito”, “Las adolescentes”) hasta llegar al reciclaje en la televisión, con series que se pretendían de qualité (“Brigada Central”). Y si a esto añadimos que empezó como botones en los estudios Chamartín de los cuarenta (donde Sáenz de Heredía o Rafael Gil jugaban a ser unos Cecil B. de Mille lo más castizos posible) y que con veinte años ya era ayudante de producción en las películas de esos grandes directores, su carrera empieza a tener un interés enorme.


Es por eso que me duele que Pedro Masó haya muerto sin escribir un libro de memorias, en el que explicase la intrahistoria del cine español de aquellos años. Supongo que no se le ocurrió, porque si hubiera sido así, lo habría hecho. No en vano, leo en una necrológica que se sentía olvidado, a pesar del Goya de Honor en 1986. O sea, si a este hombre de ego tan sobrado, alguien le hubiese pedido unas memorias, hoy las tendríamos, y con ellas, tendríamos un testimonio insustituible.


Y es que todo el mundo sabe las grandes historias del cine español, los títulos de las películas, incluso los problemas con la censura. Pero nadie sabe las pequeñas miserias, los sobornos a los censores, los regalos llevados en mano a los despachos ministeriales. Y eso también es historia, además historia válida, que nos ayudaría a ver que en el fondo, nada ha cambiado tanto.


En otra necrológica, en La Vanguardia, leo que Masó estaba “dotado de una memoria indescriptible, que le hacía trufar la conversación con datos exactos de presupuestos, años de producción, recaudaciones...”, lo cual, me hace lamentar más la falta de su testimonio escrito.


Siempre se ha dicho que en España no se escriben libros de memorias, con lo cual no estoy muy de acuerdo, por cierto (recuerden ustedes los nombres de Terenci Moix, Carlos Barral o Juan Goytisolo, por citar tres que, además, consiguieron escapar a esa tendencia exculpatoria gracias a una gran honestidad consigo mismos). Pero en el mundo del cine esto es dolorosamente cierto.


Hay pocos, y entre los pocos que hay, algunos tan horribles como el de Juan Antonio Bardem, y otros sin más pretensión que mostrar lo importante que es quien las escribe, como las “Aventuras y desventuras de Eduardo García Maroto”. Las dos mejores que he leído son las “Memorias del Tío Jess” de Jesús Franco (donde sí que cuenta las miserias y las dificultades que se encontraba uno para hacer cine, amén de narrarnos cómo eran los antros y los saraos donde se juntaba la creme del cine español) y “Conversaciones con Fernán Gómez” de Enrique Brasó.


Son pocas (me habré dejado más de una sin mencionar, pero aun así, seguirán siendo pocas). El cine español y nosotros que lo quisimos tanto, las necesita. Cada vez queda menos gente que nos pueda contar el cine español de los cincuenta y sesenta, desde dentro. Pero queda gente. Si yo pudiese, me dedicaría a ir puerta por puerta rogando memorias. Hablo de gente como Florentino Soria, Julio Diamante o Miguel Picazo. O Pere Portabella. O Pérez Giner (de quien ha salido una biografía hace poco, pero más dedicada a ensalzarlo que a contar lo que Pérez Giner vivió).


Noto cómo me sale el lado paternalista así que me voy a permitir decir que el cine español no se puede permitir el lujo de que gente como Pedro Masó mueran sin escribir sus memorias. Pero luego pienso que son tantos los lujos que el cine español no se puede permitir y se permite, que da igual. Como siempre.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Yo acuso: de contradicciones y grandes palabras


Los primeros días de octubre se va a celebrar el I Congreso de la Cultura Iberoamericana, en México, que estará dedicado al cine. Obviamente, se va a hablar mucho de coproducción, de colaboración, de financiación, muchas veces, ocultando los intereses económicos tras conceptos como el de Cultura Común, Historia paralela, u otros conceptos de carácter más paternalista.


Paralelamente a las ponencias del congreso, se llevarán a cabo actividades paralelas, como proyecciones, ciclos… Entre estos ciclos se celebrarán los cien años de Manoel de Oliveira con una completa retrospectiva. Se ha buscado una efeméride como excusa, pero no haría falta: Manoel de Oliveira es el más grande –junto con Buñuel, qué duda cabe- director de esta región “iberoamericana”.


Este Congreso es una iniciativa del Gobierno Español, más concretamente del Ministerio de Cultura. De hecho, se puede decir que ha sido una idea personal (¿Una cabezonería?) del ministro, César Antonio Molina.


O sea, tenemos un congreso iberoamericano sobre cine donde se va a hablar mucho de la importancia –necesidad- de la coproducción y en el que se va a homenajear a Manoel de Oliveira, todo ello promovido por el Ministerio de Cultura español. Y ahí empiezan las contradicciones.


Manoel de Oliveira va a celebrar su 100º cumpleaños con el rodaje de una nueva película, Singularidades de una chica rubia, basada en la novela corta de Eça de Queiroz. La producción de esta película es española, y la lleva a cabo Luis Miñarro desde su productora Eddie Saeta. (Luis Miñarro es, desde su productora, la persona que mejor ha entendido la necesidad de acercar a cineastas latinoamericanos a nuestro país, permitiéndoles sacar adelante sus películas con un esquema de producción más solvente. Por ello, a producido a Lisandro Alonso, a José Enrique March o a Carlos Ameglio. ) El equipo de esta película contará con mayoría española: Licio Marcos, responsable del sonido; Óscar Peláez, jefe posproducción, Ricard Casals, encargado de mezclas, Ignasi Ruiz, de maquillaje… Pero el Ministerio de Cultura no la quiere apoyar, y por ello no le ha dado subvención alguna. Todavía no consigo entender el por qué.


En declaraciones a El Periódico de Catalunya, Luis Miñarro contó: "Es un homenaje a un autor esencial. Cannes, Venecia y Berlín han mostrado enorme interés. El próximo año puede suceder algo inaudito: que no haya exclusiva para que la cinta se proyecte fuera de concurso en todos los grandes certámenes". Es decir, el cine español podría mostrar su grandeza produciendo a uno de los grandes autores vivos, y eso se sabría en todo e mundo, en todos los festivales, paliando así la tristeza común con que la prensa advierte de que nuestro cine no está representado en Venecia o en Cannes. Pero el Ministerio de Cultura parece no entender de prestigio ni de autores, ni de presencia española en el exterior. Tampoco parece entender que la Cultura también es signo de acogida, y que una cultura es más fuerte cuantos más caben en ella.


Y por esta ignorancia puede que la película acabe por no hacerse, lo que sería un flaco favor a esa “cultura iberoamericana” que tanto se promocionará en el congreso de México. "La situación es desesperada. Asumir el 32% de la producción conlleva invertir 500.000 euros, y de momento no cuento con ninguna ayuda pública. Es necesaria una voluntad política. No podemos perder esta oportunidad. Los ministerios de Cultura de Francia y de Portugal han aportado ayudas, pero aquí, en España, a pesar de que la comisión le concedió una puntuación de siete sobre diez, el proyecto fue rechazado por un puro trámite burocrático. Faltaba el papel que confirmaba la participación de Portugal lo que con una simple llamada se hubiera arreglado".


Es decir, el Ministerio que quiere liderar la Cultura Iberoamericana da más importancia a los trámites administrativos que al talento. No me extraña que se subvencione a Fernando Colomo. Lo que sí me extraña es que César Antonio Molina pueda seguir creyéndose las grandes expresiones que dice, como por ejemplo, “Cultura Iberoamericana”. No sé, otra oportunidad perdida, supongo.



lunes, 8 de septiembre de 2008

Los desaparecidos


Hace un par de años encontré por casualidad en internet uno de los textos que más han espoleado mi imaginación, es decir, que más ilusión han aportado a mi vida. Era una lista, a la manera de mi tan amado George Perec, con un título digno de Borges: 450 titres du patrimoine cinématographique recherchés par les archives du monde entier.


Era una lista realizada por Gian Luca Farinelli, Vittorio Martinelli y Enno Patalas con la colaboración de 17 filmotecas de todo el mundo que representaban a 13 cinematografías. Lo mejor de la lista es que había dos filmotecas españolas (la española y la catalana) que daban una lista bastante amplia de títulos españoles perdidos y buscados, ansiados, pretendidos.


No sé cuándo se elaboró esta lista, pero sé que no se ha actualizado, por lo que ha quedado un poco (mínimamente, casi imperceptiblemente) desfasada. Me encantaría que esta lista se actualizase cada año, cada dos años, pero no voy a poner ninguna pega a una iniciativa que me encanta y que enciende mi imaginación.


En la lista española hay películas que ya han sido encontradas: “La verbena de la Paloma” de José Busch y “Viva Madrid que es mi pueblo” de Fernando Delgado (qué casualidad, dos películas de inequívoco tema madrileño) mientras que de “Boy” de Benito Perojo se han encontrado fragmentos.


Faltan películas, obvio. Bajo mi punto de vista falta la más importantes de todas las pérdidas: “La traviesa molinera” de Harry D’Abbadie D’Arrast. O “La hija del penal” de Eduardo García Maroto. O los documentales que Val del Omar dirigió para la Misiones Pedagógicas. O mucho más reciente (años 60) “Notes sur l’inmigration” de Jacinto Esteva codirigido por Paolo Brunatto (esta película estoy seguro que está en el Archivo de RTVE, y tengo certezas que nadie quiere escuchar). Pero en la lista no hay películas del período sonoro.


Tampoco hay películas que otras filmotecas del estado se afanan en buscar, más por razones nacionalistas-políticas-mitológicas que por razones cinematográficas:"Euskadi" de Teodoro Ernandorena, por parte vasca o “Mariñeiros” de José Suárez y “Galicia” de Carlos Velo (esta sí de una gran calidad artística. No en vano Carlos Velo es quizá el mejor documentalista de nuestra historia junto con Joaquín Jordá).


Bueno, no están todas las que son, pero por lo menos, la lista nos hace la boca agua de una forma sólo comparable a las novelas de Modiano. Allá va la lista, que la disfruten (y cualquier pista compártanla, que la recompensa será generosa)


ESPAGNE

CERVEZA GRATIS. ESP/1906.

R.: Fructuos Gelabert


GUZMAN EL BUENO. ESP/1909.

R.: Enric Gimenez, Fructuos Gelabert


SUCESOS DE BARCELONA, LOS / SEMANA TRAGICA /SEMANA TRAGICA DE BARCELONA. ESP/1909.

R.: Josep Gaspar Serra


DON JUAN DE SERRALLONGA. ESP/1910.

R.: Ricardo De Baños


GITANILLA, LA. ESP/1914.

R.: Adria Gual, Alfred Fontanals, Joan Sola Mestres


DANZA FATAL, LA ESP/1914.

R.: Josep Togores, Ramon De Baños


MISTERIOS DE BARCELONA, LOS / BARCELONA Y SUS MISTERIOS. ESP/1915.

R.: Joan Maria Codina, Albert Marro


PASIONARIA, LA. ESP/1915.

R.: Joan Maria Codina, Joan Sola Mestres


CUENTOS BATURROS. ESP/1915-16.

R.:Domenec Ceret


PARA EL IDEAL. ESP/1916.

R.: Domenec Ceret, Joan Sola Mestres


AMAR ES SUFRIR. ESP/1916.

R.: Domenec Ceret, Joan Sola Mestres


HUMANIDAD. ESP/1916.

R.: Domenec Ceret, Alfred Fontanals


JOYAS DE LA CONDESA, LAS. ESP/1916.

R.: Domenec Ceret, Joan Sola Mestres


FUERZA Y NOBLEZA. ESP/1917.

R.: Ricardo de Baños, Ramon de Baños


CODICIA. ESP/1918.

R.: Joan Maria Codina, Joan Sola Mestres


MEFISTO. ESP/1918.

R.: Joan Maria Codina, Joan Sola Mestres


BOTON DE FUEGO, EL ESP/1919.

R.: Joan Maria Codina, Joan Sola Mestres


OTRO. ESP/1919.

R.:Joan Maria Codina, Eduardo Zamacois, Joan Sola Mestres


GULLIVER EN EL PAIS DE LOS GIGANTES. ESP/1903

R.: Segundo de Chomon.


BOHEMIOS. ESP/1905

R.: Ricardo de Bano


LOS GUAPOS DE LA VAQUERIA DEL PARQUE. ESP/1905

R.: Fructuoso Galabert


TIERRA BAJA. ESP/1907

R.: Fructuoso Galabert


DON QUIJOTE. ESP/1908

R.: Narciso Cuyas


CARCELERAS. ESP/1911

R.: Segundo de Chomon


EL CAIN MODERNO. ESP/1913

R.: Antonio Cuesta


EL LEON DE LA SIERRA. ESP/1914

R.: Alberto Marro


A LA PESCA DE 45 MILLONES. ESP/1915

R.: Juan Sola Mestres


PODEROSO CABALLERO. ESP/1916

R.: Enrique Blanco


LOS INTERESES CREADOS. ESP/1918

R.: Jacinto Benavante


BUENO O REALIDAD. ESP/1919

R.: Baltasar Abadal


LA VERBENA DE LA PALOMA. ESP/1921

R.: Jose Buch


BOY. ESP/1925

R.: Benito Perojo


DON QUINTIN AL AMARGAO. ESP/1925

R.: Manuel Noriega


EL LAZARILLO DE TORMES. ESP/1925

R.: Florian Rey


LA CHICA DEL GATO. ESP/1926

R.: Antonio Calvache


EL PILLUELO DE MADRID. ESP/1926

R.: Florian Rey


EL HOLLYWOOD MADRILENO. ESP/1927

R.: Nemesio Sobrevila


LAS DE MENDEZ. ESP/1927

R.: Fernando Delgado


UNA AVENTURA DE CINE. ESP/1927

R.: Juan de Orduna


LA HERMANA SAN SULPICIO. ESP/1927

R.: Florian Rey


LA HISTORIA DE UN DURO. ESP/1927

R.: Sabino A. Micon


AGUSTINA DE ARAGON. ESP/1928

R.: Florian Rey


FABRICANTE DE SUICIDIOS. ESP/1928

R.: Francisco Elias


VIVA MADRID QUE ES MI PUEBLO. ESP/1928

R.: Fernando Delgado


48 PESETAS DE TAXI. ESP/1929

R.: Fernando Delgado


FUTBOL, AMOR Y TOROS. ESP/1929

R.: Florian Rey

martes, 2 de septiembre de 2008

Fotógrafo de Hitler, amante de Leni


(Y seguimos con el fascinante mundo de los negativos hallados. Hoy en El País, aparece un artículo maravilloso sobre Hans Ertl, fotógrafo que me era totalmente desconocido pero con cuya vida se puede construir una novela increíble o un documental fleuve. Transcribo el artículo, mientras me pongo manos a la obra para sacar más datos de su vida)

Imágenes inéditas de Hans Ertl, operador de Riefenstahl, del rodaje de 'Olympia'

Su hija custodia en Bolivia la memoria de un aventurero marcado por el nazismo

ALFONSO DANIELS - La Paz - 02/09/2008

En el humilde barrio de casas bajas de Cupini, al sur de La Paz (Bolivia), en una construcción de techo negro y estilo alemán se atesora un tesoro nazi. En una caja de zapatos. Un puñado de fotografías inéditas del rodaje de Olympia, obra maestra sobre los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936l.

En el humilde barrio de casas bajas de Cupini, al sur de La Paz (Bolivia), en una construcción de techo negro y estilo alemán se atesora un tesoro nazi. En una caja de zapatos. Un puñado de fotografías inéditas del rodaje de Olympia, obra maestra sobre los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936, e imágenes sepultadas por la memoria de la campaña de Rommel durante la Segunda Guerra Mundial se apilan junto a recuerdos de una asombrosa y novelesca vida. Pertenecen (los recuerdos y la vida) a Hans Ertl, fotógrafo de los nazis, camarógrafo y amante de la cineasta Leni Riefenstahl.

La guardiana del tesoro es su hija Beatriz, de 63 años. Muestra con mimo a un apuesto y sonriente Ertl en la época de Olympia, la gran obra de Riefenstahl. Tras la cámara, sumergido en el agua, colocando un ingenio en un bote de remo, filmando a un nadador justo antes de lanzarse a la piscina...



Las imágenes ofrecen pistas únicas sobre la filmación de una de las películas de deporte más famosas de la historia, clave además en la estrategia nazi de mostrar al mundo el resurgimiento alemán. De un modo muy similar, no puede evitar pensar el que las contempla, al de los Juegos de Pekín 2008.

"Por supuesto que Leni fue el gran amor de su vida, mi padre lo contó hasta sus últimos días", explica Beatriz, fruto del matrimonio de Ertl con una secretaria a la que conoció precisamente en aquellos Juegos Olímpicos de 1936. Tuvieron cuatro hijas. "Mantuvimos contacto con ella hasta que falleció, en 2003".


Beatriz habla con orgullo de cómo su padre fue el primero en colocar cámaras en los esquís de los saltadores en los Juegos de Garmisch-Partenkirchen o de su papel como fotógrafo oficial del mariscal de campo Erwin Rommel, el Zorro del Desierto, en la campaña del norte de África. "Mi padre conocía bien a Hitler desde los Juegos, pero consideraba a Rommel su verdadero jefe, sentía verdadera adoración por él", señala Beatriz, quien sobrevive gracias a una pequeña pensión del Gobierno alemán. Rommel condecoró a Ertl con la Cruz de Hierro por su pericia al inventar cámaras sumergibles y capaces de tomar fotos desde el aire.


Pese a tan estrechas relaciones con los nazis, Ertl mantuvo hasta su muerte que su conexión con el partido era únicamente a través del trabajo. Al terminar la Segunda Guerra Mundial, los aliados arrestaron brevemente a Ertl y a los pocos años decidió abandonar Alemania porque tenía problemas para conseguir trabajo. Emigró con su familia a Chile y en 1953 hizo la travesía de Brasil a Bolivia subido a un antiguo camión militar, y siguiendo los pasos de nazis famosos como Klaus Barbie, sanguinario miembro clave de la Gestapo en Francia y vinculado al narcotráfico y al golpismo en el exilio boliviano. Muchos recuerdan aún hoy cómo se sentaba plácidamente en las cafeterías de La Paz tomando café rodeado de guardaespaldas.


Un día, a Ertl le dejó tirado un camión en San Ignacio de Velasco, a unos 500 kilómetros al sureste de La Paz. En la localidad vecina de Concepción, mientras esperaba que fuese reparado, Ertl vio una estancia en mitad de la selva llamada La Dolorida, en plena Chiquitanía. Estaba en venta. La compró y construyó una casa donde vivió el resto de su vida.

"Cuando llegamos, el pasto tenía dos metros de alto. Había víboras y tarántulas en todos lados. Vivía con 15 perros y muchísimos gatos, engordaba el ganado con marihuana", explica Beatriz con una sonrisa. Ertl fotografió las misiones jesuitas de la zona y tomó las últimas imágenes conocidas de los indios sirionó, extinguidos.


En sus viajes iba acompañado siempre de su hija predilecta, Monika. "Con nosotras nunca fue realmente un padre, era muy injusto y nunca escuchaba, sólo la quería a ella. Mi abuela jamás le mostró cariño: mi padre fue el producto de una violación, nos enteramos de esto mucho más tarde y eso le marcó para siempre", continúa Beatriz. Irónicamente, Monika se unió a la guerrilla izquierdista del Ejército de Liberación Nacional (ELN) en 1969 tras fracasar en su matrimonio. Dos años después, haciéndose pasar por una joven australiana que quería conseguir un visado para un grupo de música folclórico, asesinó a quemarropa a Toto Quintanilla, cónsul boliviano en Hamburgo y uno de los responsables de torturar y cortar la mano del Che en Sierra Madre. En su huida, dejó atrás una peluca, su bolso, su pistola Colt Cobra 38 y un trozo de papel donde se leía "Victoria o muerte. ELN". Así se convirtió en la mujer más buscada de Latinoamérica.

"Mi padre la botó de la estancia porque quería convertirla en campo de entrenamiento para guerrilleros. Nunca más la vimos. Escribía una vez al año a toda la familia diciendo que no nos preocupásemos, que estaba bien", recuerda Beatriz. Cuatro años después la mataron los militares en un tiroteo en las calles de La Paz. "Más de 34 años después de su muerte todavía no nos han devuelto su cadáver".

Para entonces, Ertl hacía años que había dejado de filmar, desilusionado por una mala experiencia. Mientras transportaba en su tractor los rollos de su última película, el puente que cruzaba se derrumbó y perdió todo. Por si fuera poco, fue demandado por la productora alemana que le contrató. Regaló todas sus cámaras y se dedicó a mantener su ganado.


Hasta comienzos de los años noventa, cuando recibió durante una recepción con la reina Sofía una cámara. "Mi padre estaba muy contento con el regalo, pero se lo dio a mi hija Saskia". Ertl pasó los últimos años de su vida prácticamente solo, aislado del mundo. Falleció en 2000, a la edad de 92 años, en su granja de La Dolorida, convertida ahora en pequeño museo. Nunca quiso volver a Alemania pero pidió a su otra hija, Heidi, que le enviara una bolsa con tierra alemana para esparcirla sobre su tumba. Fue lo último que le rogó antes de que la relación entre ambos se rompiera, sólo 10 días antes de su muerte. Hoy yace enterrado en un pequeño montículo en una esquina de su antigua estancia. Vestido con el viejo uniforme militar alemán color verde oliva que llevó puesto hasta sus últimos días.