sábado, 30 de agosto de 2008

La maleta perdida ( y VII)

por Juan Villoro

(Fotos inéditas de Gerda Taro, encontradas en la maleta)

El 6 de junio del 2007, Richard Whelan fue enterrado en Amawalk, 48 kilómetros al norte de Nueva York, junto al fotógrafo al que dedicó una monumental biografía, Robert Capa.

La cineasta Trisha Ziff le había enviado un correo electrónico que no llegó a leer, informándole de la recuperación de los negativos de Capa, Seymour y Taro. Ese capítulo ya no sería escrito por el hombre que narró la historia de los creadores de la agencia Magnum. En un texto del 2005, Whelan se refirió al trabajo detectivesco que significó distinguir las fotos de Taro de las de Capa. En su primer viaje a España, en 1936, ella usó una cámara Rolleiflex y él, una Leica. Sin embargo, en 1937 intercambiaron cámaras y firmaron su trabajo en equipo, pues tenían un sentido colectivo de la autoría.

RECUPERAR A GERDA TARO
Ahora, más de 3.000 negativos se someten a una revisión equivalente. El resultado contribuirá, sobre todo, a perfilar la trayectoria de Gerda Taro, quien empezó a fotografiar tres años antes de morir. Al contrario de Tina Modotti, que abandonó la cámara por la militancia, Taro pasó del proselitismo antifascista al compromiso de la mirada. La Guerra Civil española fue su tema absoluto. En este sentido, los negativos hallados en México representan un alto porcentaje de su producción.

Capa nunca se recuperó de la pérdida de Gerda, la mujer que lo ayudó a forjarse un nombre y un estilo. Enemigo de la posesión, no tuvo casa y pasó de una amante a otra sin encontrar un destino definido. En su última misión, en Vietnam, hablaba de casarse pero nadie le creía.

Una anécdota (probablemente apócrifa, como tantas de él) resume las búsquedas sin recompensa de Robert Capa. Una de sus amantes, Elaine Fisher, a quien él llamaba Pinky por su pelo rosáceo, le dijo que anhelaba la paz para volver a usar el perfume Arpège. Durante la liberación de París, Capa encontró un frasco de esa marca en una perfumería vandalizada. Se lo llevó a Pinky. En recompensa, ella se desnudó y pidió que la bañara con Arpège de la cabeza a los pies. Capa cumplió con pulso de fotógrafo de guerra, sólo para descubrir que el frasco de promoción ¡contenía agua! El hombre que subordinó el peligro al placer obtuvo como trofeo un arriesgado frasco de agua.

El 16 de mayo de 1954, John Morris, director de Magnum, se enteró de que Werner Bischof, uno de sus mejores fotógrafos, había muerto en Perú. Ese mismo día le dijeron que había muerto otro fotógrafo. La información venía de Hanoi. Pensó que se trataba de una confusión, pero confirmó que su amigo Capa había muerto, al pisar una mina.

El Gobierno norteamericano propuso enterrarlo en Arlington, donde reposan los caídos en la guerra, pero la madre de Capa dijo que su hijo era un pacifista. John Morris, que es cuáquero, dispuso que fuera enterrado en el cementerio de su comunidad en Amawalk.

El legado de Capa fue custodiado por su hermano Cornell. Para ello, fundó en 1974 el Instituto de Fotografía Contemporánea. A los 90 años, ya muy enfermo de párkinson, tuvo en sus manos los negativos recuperados en México. Philip Block, responsable de la escuela del ICP, almorzaba con Cornell una vez a la semana y recuerda con emoción el momento en que le entregó los negativos. El "santo grial de la fotografía", como lo describió Brian Wallis, director del ICP, había vuelto a casa.

Cornell murió el 23 de mayo del 2008 y fue enterrado junto a Robert Capa y Richard Whelan.

UN DESENLACE FELIZ
Las cajas encontradas en México muestran el trabajo de tres jóvenes fotógrafos que maduraron con la urgencia de la historia. Para Trisha Ziff, pieza esencial en la recuperación de los negativos, la aventura plantea preguntas decisivas: ¿Quién es el dueño de una imagen? ¿Quien la toma, el sujeto retratado, quien la revela, quien la contempla, quien la preserva, quien la da a conocer? "Todas las personas involucradas en la recuperación merecen crédito --comenta Block--: Emerico Weisz, que clasificó los negativos, el desconocido que los llevó a Vichy; el general Aguilar, que permitió que llegaran a México; Ben Tarver, que los tuvo en custodia; Trisha Ziff, que los llevó al ICP. Ha sido un viaje largo y misterioso, pero con un espléndido desenlace".

MÉXICO Y LA REPÚBLICA
Salvo México y la Unión Soviética, ningún país prestó ayuda al Gobierno de la República. En diciembre de 1936, Isidro Fabela, representante mexicano en la Conferencia Interamericana de Consolidación de la Paz, se opuso a la pasividad de Francia e Inglaterra: "Bajo los términos de 'No Intervención', determinadas naciones de Europa están realizando una política cuyo resultado inmediato ha sido el de restar a las autoridades constitucionales de España una ayuda a la que tienen derecho".

La persona que llevó la maleta al consulado mexicano en Vichy no se equivocó. En ese tiempo precario, la España democrática se llamaba México.

En el último número del periódico publicado a bordo del Sinaia, Pedro Garfias reflexionó sobre el país que dejaba y el que pronto vería: Qué hilo tan fino, qué delgado junco/ --de acero fiel--, nos une y nos separa,/ con España presente en el recuerdo,/ con México presente en la esperanza.

En el mismo viaje iba David Seymour. Muchas cosas se perdieron en la guerra, pero no la memoria.

Robert Capa no atrapó el perfume codiciado: atrapó la esencia del tiempo.

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